
Canción para despedir un amigo.
Hoy es un día triste, como ocurre cuando este mundo pierde a un hombre bueno. Se nos ha ido Manolo Molina, y hablo en plural porque se trata de una de esas personas que quedan en la memoria colectiva por sus grandes obras, pero no las ostentosas y tangibles, sino las pequeñitas que no se ven, que pasan desapercibidas aunque quedan incrustadas en el alma. Esas son las más importantes, las que no se desgastan, ni siquiera con la muerte.
Una larga enfermedad que finalmente le ha consumido sus no exageradas fuerzas, le tenía desde hacía meses apartado de la Asociación de Jóvenes de Acción Católica (JAC), a la que dedicó toda su vida, mano a mano con otro gran hombre, Antonio Gutiérrez ‘el Viejo’, fallecido hace unos años. Precisamente hoy lunes, hemos partido hacia tierras gaditanas los del turno del campamento de JAC en el que Manolo llevaba participando desde hacía décadas. Este era el primer año que faltaba. Y, tal y como suele gastarlas el destino, ha querido que supiéramos un día antes que su ausencia ya será para siempre, irremediable.
El sábado fui a verle. No quería marcharme al campamento, ese en el que tantos hemos compartido tantas cosas con él, sin darle un beso. No pudo ser, no estaba para visitas, tal y como dijo su hermana que, junto al resto de su familia, ha estado a su lado en los últimos meses. Y ayer domingo se fue tal y como él es, sin llamar la atención, sin despedirse, sin quejarse por no molestar. Se marchó un hombre íntegro, comprometido, entregado, generoso... un hombre bueno.
Amigo Manolo, un año más, como todos los principios de agosto, podrás reirte porque no he logrado que me quepa en el macuto todo lo que pretendía llevarme. Pero esta vez me he dado cuenta de que no me sobran camisetas, ni disfraces, ni bañadores... en realidad, de lo que tengo lleno el macuto es de tristeza, al igual que el corazón, y no me cabe nada más. No obstante, quédate tranquilo, porque sacaremos alegría de donde no la haya. Y esto saldrá adelante, como tu querías, como todos queremos, por y para los chavales que seguirán acariciando risas entre las olas de la playa de La Barrosa.
Recuerdo que cada vez que íbamos a verte a tu despacho y saludábamos con el clásico «buenas tardes», tu siempre contestabas con seriedad de bromista: «ya lo veremos». Hoy ya está todo visto, Manolo, ahórrate la respuesta porque, definitivamente, no hay nada bueno que pueda iluminar esta tarde gris. Gracias, mil gracias.
(Publicado por Alberto Román en el periódico IDEAL de Jaén el 4 de agosto de 2008)